Pienso, profeso, poematizo mis ideas. Corto mi lengua, desgarro mi garganta y las palabras impregnadas de mi ars poética se derraman y esparcen.
Escribo, escribo y escribo por la orgásmica necesidad, nada tengo que ver con glorias vanas (erráticas hacedoras de comerciantes sexuales que prostituyen el credo poético) sino pues, amante soy de ninfómanas, complaciente endulzador de vírgenes oídos, gigoló de traviesas niñas, cazador furtivo de yiras.
Tabú es mi letra y pecado mi pensamiento, inquisidores me persiguen, me condenan, me ven como demonio. No necesito hoguera, mi cuerpo arde ya en pira de deseos, pero su crueldad no tiene límite. La única forma de derrotar esa crueldad es que yo mismo me vuelva cruel.
Cazaré a mis cazadores, sentenciaré a mis acusadores, escribiré con su sangre mi nombre sobre sus frentes, les despojaré de sus fuerzas hasta el cansancio, ¡les destruiré y me destruirán hasta que nada quede!
Destrado, apócrifa será mi historia, dirán que fui un estígmata, o el hijo primogénito de Lilith, que en mi frente llevaba la hoja de parra, que recorrí el “Árbol de Sephiroth” en sus diez círculos, por sus veinte y dos caminos y al final dirán, que con el fruto de la vida en una mano y el del conocimiento en la otra, ¡logré alcanzar el nirvana!

Escribo, escribo y escribo por la orgásmica necesidad, nada tengo que ver con glorias vanas (erráticas hacedoras de comerciantes sexuales que prostituyen el credo poético) sino pues, amante soy de ninfómanas, complaciente endulzador de vírgenes oídos, gigoló de traviesas niñas, cazador furtivo de yiras.
Tabú es mi letra y pecado mi pensamiento, inquisidores me persiguen, me condenan, me ven como demonio. No necesito hoguera, mi cuerpo arde ya en pira de deseos, pero su crueldad no tiene límite. La única forma de derrotar esa crueldad es que yo mismo me vuelva cruel.
Cazaré a mis cazadores, sentenciaré a mis acusadores, escribiré con su sangre mi nombre sobre sus frentes, les despojaré de sus fuerzas hasta el cansancio, ¡les destruiré y me destruirán hasta que nada quede!
Destrado, apócrifa será mi historia, dirán que fui un estígmata, o el hijo primogénito de Lilith, que en mi frente llevaba la hoja de parra, que recorrí el “Árbol de Sephiroth” en sus diez círculos, por sus veinte y dos caminos y al final dirán, que con el fruto de la vida en una mano y el del conocimiento en la otra, ¡logré alcanzar el nirvana!

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